Mientras leo poemas de Teillier
en un día gris de fina llovizna,
añoro a mi gato Morrisey.
Ya no hay ronroneos
ni razguños en mis brazos.
Hay un vacío de tibieza,
no hay sigilo por las noches,
sus maullidos son ausencia,
y las mañanas más sombrías.
Extraño su andar pausado
por el pasillo de la casa
observarlo lamiéndose el pelaje
en su baño ancestral y rutinario.
Los meses van pasando
la soledad ocupa su espacio
soy la viuda triste que quedó
al morir mi gato amado.
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